El cardenal Pedro Damián, varón santísimo y doctísimo, escribe en la vida de san Odilon, abad cluniacense (que murió el año del Señor de 1048), que volviendo un religioso, de nación francés, de Jerusalen, llevado de la tempestad llegó á una isla ó peñasco, donde estaba un santo ermitaño, que le dijo que allí cerca había grandes llamas de fuego é incendios, donde las almas de los difuntos eran atormentadas, y que él oia muchas vece dar aullidos á los demonios y quejas; porque con las oraciones y limosnas de los fieles mitigaban las penas que aquellas almas padecian, y se libraban de sus manos; que particularmente se quejaban de Odilon, abad, y de sus monjes, por el cuidado y vigilancia con que las favorecian y remediaban; y conjuró á aquel religioso que, pues era francés y sabia el monasterio cluniacense (como él decia), y conocia al abad Odilon, le rogase y le encargase de su parte que perseverase en aquel santo ejercicio, y con sus fervorosas oraciones y continuas limosnas procurase dar refrigerio á las almas de nuestros hermanos, que en el purgatorio son atormentadas, para que asi creciese el gozo de los bienaventurados en el cielo y el llanto de los demonios en el infierno.
La leyenda de oro, vidas de todos los santos que venera la iglesia. 4a. edición, tomo III, Paris, mdccclxvi, p.339.