Ayeres poblanos. La Semana Santa.


Sábado y domingo eran de alegría general. El sábado, a partir de las diez de la mañana, se escuchaban con emoción los alegres repiques de las campanas de todos los templos de la ciudad, anunciando la Gloria del Redentor, atronando el espacio junto con la explosión de los cuetes de tantos "judas" que se quemaban por todos los barrios de la ciudad.

A partir de estos momentos, la tristeza se convertía en alegría que se iba a disipar al Zócalo, con tantos vendedores de matracas, carritos de madera y panzones de cartón vestidos de charro, de diferentes colores; también se vendían pequeñas sombrillas de papel crepé, kepís de papel brillante, espaditas de hojalata y otras curiosidades; mientras las Atracciones Sotelo tenían en movimiento constante sus aparatos mecánicos.

Por ese tiempo todavía existía el Teatro Benavente, a la vuelta del Portal Iturbide, antigua calle de Herreros. Ahí llegaba año con año, en Semana Santa, el magnífico actor José Cibrian y su compañía de teatro a presentarnos con todo realismo La Pasión de Cristo, mientras el Cine Luz exhibía la conmovedora película Rey de reyes. Sábado y domingo se dedicaban al sano esparcimiento para volver a la normalidad el día lunes.

Ayeres poblanos. Ángel Campos Ávila. Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, Dirección General de Fomento Editorial, Editorial Ducere, S.A de C.V., segunda edición, 2001, pag. 87.