Juan de Palafox y el Arcángel Miguel.


En una ocasión, siendo 29 de septiembre, un grupo de indígenas decidió poner a prueba la tan difundida bondad del monseñor. Así que los citados indígenas invitaron a Palafox al pueblo de San Miguel del Milagro y le pidieron que se sumergiera en las aguas del manantial de San Miguel.

De modo tal que, si el obispo lograba salir avante y no se ahogaba en la empresa, refrendaría su acreditada fama de probo. Pero, si en su lugar permanecía en el fondo de las aguas, esto probaría la embestida demoníaca. Así, serían la aguas turbulentas las delatoras de la maldad de Palafox, impidiendo su retorno a la superficie y desmintiendo su afabilidad.

Monseñor se aventó al agua de un solo golpe, mientras la muchedumbre vociferaba: ¡Viva Palafox! ¡Arriba nuestro benefactor! ¡Palafox, Palafox, tu bondad se acerca a la de Dios!

El contacto con el agua helada hizo estremecer a Palafox, sintió que las manos se le iban crispando. Al tiempo que jadeaba, un calambre impedía el movimiento de una de sus piernas. Congelado e inmóvil, apenas escuchaba el eco de la voces de la multitud.

Cuenta la leyenda que, afortunadamente, Palafox salió airoso de la prueba y pronto alcanzó la superficie, demostrando así su dotación de bondad y logrando triunfar sobre las perversas fuerzas diabólicas.

Desde entonces también se dice que San Miguel Arcángel pasó a ocupar el lugar de San Pedro como mensajero celeste del obispo.

Mitos, leyendas y tradición de Puebla. Asociación de mujeres periodistas y escritoras de Puebla. Universidad Madero, Primera edición 2002. México, p.42.