Leyenda de San Antonio de Padua 1/2.


Cuentan los vecinos del barrio de San Antonio, que en el barrio donde estaba la zona de tolerancia, vivía una mujer muy bella que era la madrota de todas las muchachas de la vida galante, a la que le llamaban la Piocha. Todos los parroquianos de la Puebla de entonces, iban a comprar los favores de las bellas mujeres que se prostituían, pero también afirman que antes de la llegada del 13 de junio día de la fiesta del Santo patrono San Antonio, se suspendían los servicios para dar paso al novenario del Santo. Todos los días se rezaba el Santo Rosario y todas la mujeres públicas se convertían en mujeres honestas y castas, dejando de lado la vanidad de su labor.

Esto ocurría año con año en la casa de la Piocha, se colocaba la imagen de San Antonio el "santo de los amores" y las mujeres con grande fe rezaban para encontrar el amor de su vida y poder salir por siempre del mundo de la prostitución y enderezar el rumbo por el buen sendero. Cuentan que en cierta ocasión pasada ya la fiesta de san Antonio, la Piocha recibió la visita de un catrín, un individuo bien parecido, trajeado, con porte elegante, presumiblemente un hombre rico... Dicen que ésta lo recibió en su casa y al entrar el hombre se cerró la puerta y no se volvió a abrir en varios días, pero en aquella casa donde comunmente se oía la algarabía, la fiesta, las risas y el buen ambiente, había un silencio sagrado que fue lo que llamó la atención a los de la vecindad y lo que llevó a sus conocidas a preguntar por la Piocha. Hasta que el temor de que le hubiera ocurrido algo malo, obligó a los curiosos a tocar la puerta de la Piocha.

Milagrería en Puebla. Donato Cordero Vázquez.  1a edición, 2007, p. 23.