Leyenda de San Antonio de Padua 2/2.


Lo primero que lograron notar fue un fuerte olor a flores, por lo que avivó más la curiosidad de los ahí reunidos... Grande fue su sorpresa al entrar y encontrar el cuarto totalmente lleno de flores de todos los colores y todas las especies y hallar el cuerpo de la Piocha recostado, nadie más estaba con ella. La Piocha estaba con el rostro sonrosado pero mudo, su hermoso cuerpo yacía ahí como si estuviera durmiendo y teniendo el más dulce de los sueños... pero más grande fue la sorpresa de los presentes cuando al acercarse notaron que la mitad del rostro de la Piocha estaba normal, pero la otra mitad estaba con el rostro descarnado mostrando su cráneo blanco y terrorífico. La Piocha tenía entre las manos un cordón franciscano y apretando entre sus pálidos y finos dedos un crucifijo... La gente cuenta que aquel hombre, el último que pisó la casa de la Piocha fue nada más ni nada menos que el patrono San Antonio de Padua que llegó hasta ese humilde barrio para agradecer el generoso gesto y devoción que la Piocha le profesaba cada año sin falta el día 13 de junio.

... no es raro encontrar a cualquier momento jovencitas hincadas con lágrimas en los ojos implorando los favores de San Antonio y llevando como es la tradición un listón rojo con la medida de la estatura del que desean se convierta en el amor de su vida, dicho listón deberá tener tres nudos y deberá estar prendido del hábito de San Antonio de Padua el Santo del Amor.

Milagrería poblana. Donato Cordero Vázquez, 1a. edición, 2007, p. 24.