La dedicación de San Miguel Arcángel.





...debemos honrar a todos los soldados del cielo, pero más particularmente al glorioso San Miguel, como a caudillo y capitán de todos, reverenciémosle por la gracia soberana, por la prerrogativa singular, por el oficio que le han encargado, por la fortaleza invencible, por la benevolencia del Señor que le crió, y por la constancia con la que le sirvió en aquella tan reñida batalla que tuvo con el dragón infernal y con todos sus secuaces. Porque no sin causa la santa iglesia le honra, porque conoce que es su particular y propio defensor, y continuo intercesor, y príncipe de la corte celestial... Por tanto cada uno de nosotros y todos juntos reconozcamos a nuestro protector, y alabémosle, visitémosle a menudo con nuestras oraciones, abracémosle con nuestros deseos, inclinémosle para que nos oiga con nuestra devoción, y alegrémosle con la enmienda de nuestra vida. No despreciará a los que oran, ni desechará a los que confían en él, ni se apartará de los que le aman; pues defiende a los humildes, anima a los castos, abraza a los inocentes, guarda nuestra vida, guiános en el camino, y llévanos a nuestra patria, donde Jesucristo, Señor nuestro, verdadero Esposo de la Iglesia, reina con el Padre y con el Espíritu Santo, en los siglos de los siglos.


La Leyenda de Oro, obra editada en París en el año de MDCCCLXVI, tomo III, 144.